El cineasta Werner Herzog escribió mientras rodaba Fitzcarraldo en la selva amazónica un diario que muchos años después publicó bajo el título de Conquista de lo inútil. La mirada va posándose en la exuberancia contradictoria de la selva. Lo raro, lo desmesurado, lo mínimo, lo frágil, lo bello y lo atroz entremezclados. Bajo la perplejidad, Herzog se siente tomado por la voz. La escritura en los cuadernos, en circunstancias que rozan lo extremo a veces, surge sin pretensiones, de manera natural, como una continuación de la mirada. Como dice el propio autor: “un conjunto de paisajes interiores nacidos del delirio de la selva” Le ocurre a cualquiera. Algo dentro empuja alguna vez a tomar el lápiz y dejar constancia del asombro. La capa de rutina con que la costumbre suele cubrir nuestra mirada, allí se cae. Entonces, con la perplejidad a flor de piel, el ritmo de fuera despierta el interior. Hay un entrecruzamiento. Siempre la doble dirección entre el dentro y el afuera. La poe...