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Mostrando entradas de julio, 2010

Ser sin empeño alguno...

Y así los pasos del hombre sobre la tierra parecen ser la huella del sonido de su corazón que le manda marchar… Pues que el sonido propio, inalienable, del que el hombre es portador, es su ritmo inicial, cadencia cuando el tiempo no se recorre en el vacío o en la monotonía. Mas el solo ritmo puebla la extensión del tiempo y lo interioriza, y así lo vivifica. Y el corazón sin pausas marca, sin que de ello sea necesaria la percepción ni la contraproducente voluntad, la pausa en la que se extingue una situación, don del vacío necesario para que surja lo que está ahí en espera de enseñorearse de la faz del presente. Y esta pausa imperceptible es un respiro para el hombre, que necesitaría que se le dieran más anchamente estos respiros entre una situación y otra por leves que sean sus diferencias, que espera siempre comenzar a vivir de nuevo desde el simple respirar; respirar libre de todo acecho, de todo peso, sin saber ni sentir el presente que llega a instalarse, por puro que este