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Ojalá: una reflexión en torno a la imagen poética

Independientemente de que nos sea posible o no acceder a la continuación de la carretera, sentimos que, ajena a nuestra posiblidad de verificación, la carretera continúa… y nuestro pensamiento no termina nunca de desprenderse de ese… un poco más allá que lo ata y configura.

Sin embargo, lo único real es lo que en el aquí se muestra... este lado. Se muestra una imagen que consiste únicamente en esto que se ve en ella. No hay más allá en la imagen. A este lado percibido, pertenece el vivir: una cierta manera de entender el vivir sin final al mismo tiempo que sin continuidad. Esa es la paradoja, la fricción de dos intuiciones que se niegan, y al negarse, abren el espacio “entre”  que somos: la abertura.

El “entre” consigue abrirse a veces mediante una buena imagen. En esta composición se puede percibir el contraste de una masa triangular oscura en la parte derecha, tierra, frente a una masa de claridad enfrente, cielo, delimitando la fricción de una línea que parte oblicuamente la imagen en dos. Peso frente a levedad. Hay un oblicuo desequilibrio, un caerse por la pendiente, que toca algo de lo que somos; pero enseguida la mirada siente corregido el desequilibrio por el movimiento ascensional que conducehacia arriba por la carretera. 

Algo nuestro quiere identificarse y ascender hasta el borde de misterio, justo donde se oculta lo que suponemos más allá. Algo nuestro es atraido al innombrable borde, espacio, misterio o abismo de un “no sé qué”. Ocurre en un más acá imposible de nombrar: percibiendo la tensión que lo impulsa al misterio, conseguir permanecer en el imperturbable aquí sin re-flexión ni re-presentación. De esta tensión, el desgarro del "entre" abre asombro y silencio lleno de presencia.  En eso consiste la obra de arte. Esa es la tensión de la abertura que caracteriza una buena imagen, ya sea fotográfica, pictórica o poética… algo que se extiende sin ir a ningún lugar, y señala un dirección para la propia vida.

Podría ser paz. Ojalá pudiera ser. Sería como cambiar la dirección. Sentirnos incluidos en el misterio de este lado del aquí, en vez de ir en busca nuestra a través de la mirada (re-presentación) del otro y a través de la experiencia de lo otro, de lo ajeno, lo que siempre falta, y nos empuja hacia el más allá de la curva.

Hay una paradoja irresoluble, que nos está velada al común, y que siempre desemboca inevitablemente en un preñado silencio: sin “desear”... un poco más allá... no se puede llegar, pero para llegar hay que subyugar el “deseo”... de ir más allá de lo que somos aquí y ahora.

Agradezco a Ibon Lopez Lameiro la estupenda foto.

https://www.ibonlopezlameiro.com/