Ir al contenido principal

Sesión doble: Kaurismäki y el cubano Fernando Pérez

Después de ver la película Al otro lado de la esperanza, tomamos un café, y cruzamos la calle para echar un vistazo a la cartelera del cine de enfrente. Cuando leímos la reseña de Los últimos días en la Habanalo tuvimos muy claro: era un tarde perfecta para una sesión doble, además día del espectador. Entramos otra vez al cine, algo dentro de nosotros había intuido la necesidad de equilibrar el magistral hieratismo de autor finlandés con un golpe de mar, y concretamente de mar y de voz caribe.

Lo que surgió por azar e intuición, lo recomiendo ahora con pasión. Ver ambas películas, las últimas de Aki Kaurismäki y del cubano Fernando Pérez, con apenas el intervalo de un café.

Para nosotros las dos películas terminaron dialogando al final de la noche de una manera sutil y exquisita. La última imagen de la primera, el protagonista mirando el mar finlandés, había abierto la sugerencia inconsciente de otro lado para la esperanza más allá del mar. Luego, mientras caía la nieve casi como una metáfora a las doce de la noche junto a los créditos de la segunda película, parecía que nosotros ahora regresábamos secretamente a Finlandia. Era miércoles, apenas éramos diez en la sala. Y alguien repetía varias veces, a intervalos, como confirmando su asombro interior: no hay música, no hay música. Los créditos caían  en silencio y ninguno nos movíamos.

Hay un haiku de Yosa Buson (1716-1784) que he leído hace poco:

Zumba el mosquito
por cada flor que cae
de madreselva

Yo estoy empeñado en interpretar el haiku, que casi siempre consta de dos focos de atención, como una imagen poética en la que ambos focos o partes están perfecta y a veces secretamente engarzadas, por supuesto, sobre todo cuando estamos ante un buen haiku. Descubrirlo es siempre la tarea del lector. Cuando leía este de Buson me preguntaba por el vínculo entre el zumbido del mosquito y la caída de la flor de la madreselva. Dos realidades aparentemente alejadas.

No hay música. No hay música, decían detrás de mi, la otra noche. Y es justo ese asombro del silencio lo que creo que percibió Buson viendo caer la flor de la madreselva. Por eso el mosquito, para el autor, solamente zumba cuando cae la flor haciendo sonar el silencio, prestando voz al silencio de la flor de la madreselva, dos caras de una misma realidad que en ese instante se muestra completa y única.

Tal como la nieve cayendo junto a los créditos estaba mostrando en aquella sala el zumbido de la vida que nos había noqueado durante casi dos horas. O tal como la imperturbabilidad y distanciamiento escénico de los personajes kaurismaskianos, por el contrario, revela la sordidez vital de un viejo y anquilosado continente. Parece que la vieja Europa, como lugar y proyecto de vida en común, ha ido dejándose a lo largo de su historia parte de su vitalidad y frescura quizás allende los mares, quizás en sus colonias. Vayan, vean los edificios mordidos por el tiempo y la escasez que son el escenario de la película de Fernando Pérez. Vaya y vean y oigan qué bulle dentro de ellos.


El otro lado de la esperanza, sin embargo, pasa por y exige a ambos lados del mar el cuidado, el cuidado del otro, también el otro de uno mismo, como se me antoja apreciar en la imagen que encabeza este artículo perteneciente a Los últimos días en la Habana, esto es a través del vínculo de los dos protagonistas: un cuerpo lleno de vida que no puede moverse, frente a una vida que no termina de florecer en un cuerpo sano. Finalmente, cuidar, cuidar y dejar hacer a eso otro nuestro dentro de la propia sociedad que son las generaciones más jóvenes. Cuidar: este es un vínculo más que une ambas películas, justo ahí al otro lado de la esperanza, exactamente, exactamente como las dos partes de un buen haiku.
Ana Victoria Pérez era el último nombre de los créditos. El universo tiene túneles imaginarios que constituyen nuestros mejores y más deslumbrantes caminos.