Poner el peso en cada hueco de la canción, resuelta bajo el piano como quien viniera a llover una vez más. En la voz está el fruto, está en sombra resbaladiza por los soportales. Sólo hay caminar, pisadas solas y un borboteo débil junto a la iglesia, sólo lentitud caída a ratos, a ratos, sin más destino que la incertidumbre.
Vengan a nacer,
así, a esta canción. Nada queda más allá que esto. Parece tan bueno dejarlos ir a todos, a los nombres que poseen y acumulan las últimas noticias, a tantos hilos puestos en lo largo, en lo extenso de cerrarse.
Nada queda a no ser lo que de honestidad arrastra eso triste. Vengan a nacer a esta canción. Hay café frío y estaremos a gusto y sin dueño por las horas. Recojan en voz baja el susurro entre todos y algo de luz para luego, para cuando se ponga seria la madrugada.
(Hilos rotos)