Cruzó, entre la noche y las encinas, la distancia abierta en las manos. Luego borró una a una todas las direcciones que proveen de seguridad los bordes. Lo estuve mirando caer en el silencio de algunos versos. Esta mañana eran otra vez, insistentemente, de Mahmud Darwish.
“Tememos por un sueño: no creas demasiado a nuestras mariposas.
Cree, si quieres, en nuestras ofrendas. Cree a la brújula de los caballos y nuestra necesidad del Norte.
Hemos elevado hacia ti los picos de nuestras almas. Danos, oh sueño, el grano de trigo. Dáselo, dánoslo.
Hemos elevado hacia ti las playas desde que hemos venido a la tierra de una idea o del adulterio de dos olas
sobre una roca en la arena.
Pero no hay nada, nada. Flotamos sobre un pie de aire... un aire que se ha quebrado en nosotros.
Sabemos que reniegas de nosotros, que construyes para nosotros cárceles que llaman paraísos de naranjos,
y soñamos, oh sueños anhelados, y robamos nuestros días de su revelación en el pasado de nuestros mitos.
Tememos por ti y te tememos. Nos hemos mostrado juntos. No confíes en la paciencia de nuestras mujeres.
Tejerán dos vestidos, luego venderán los huesos del amado para comprar a nuestros hijos un vaso de leche.
Tememos por el sueño Le tememos y nos tememos. Y soñamos, oh sueño nuestro. No creas demasiado en nuestras mariposas.”
Mahmud Darwish, Menos rosas