Tiene la tarde agua o luz flotando
sobre las últimas laderas,
las que se desdibujan en la distancia
y respiran como animales detenidos
dentro de la serenidad.
El silencio
es un aceite de salvia
para untarnos mientras nos miramos,
desconociéndonos,
mientras nos miramos
sin el peso de un nombre, de una necesidad.
Ahora somos el extranjero.
Poso mis dedos sobre párpados
tejidos en la transparencia
y es como tocar las telas que cubren
esa frágil profundidad de la memoria
donde tampoco existimos.