
Una luz mojada por el recuerdo
nutre aún los árboles,
el ramaje
inmóvil,
la respiración que brota
del tacto en la intemperie.
Hay que llegar temprano,
entre dos luces,
y abrir la herida con precisión.
El interior derrama un silencio vivo.
Sobre la corteza
el ámbar cristaliza
abrasado por el aire
y los dedos se manchan de profundidad.
La recolección del incienso,
en el fondo oscuro,
deja un vacío que arde hecho aroma