![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEij-C7mZ6a0la8M7uaEG4AUjsuyzFsd-JVJ0cNPR7BaInL4SnCM-_hFevneJ4WMqwIw1hpDhCnXiGww_U4GhvEJtptZ1kVF4qVqzlCeIQXMAhWC33xJzocbzu7Mghh6zVNbpgSLPOeqGE-a/s320/incienso--644x362.jpg)
Una luz mojada por el recuerdo
nutre aún los árboles,
el ramaje
inmóvil,
la respiración que brota
del tacto en la intemperie.
Hay que llegar temprano,
entre dos luces,
y abrir la herida con precisión.
El interior derrama un silencio vivo.
Sobre la corteza
el ámbar cristaliza
abrasado por el aire
y los dedos se manchan de profundidad.
La recolección del incienso,
en el fondo oscuro,
deja un vacío que arde hecho aroma