Al final de toda perspectiva
las líneas se desdibujan
roídas por el terror de los piornos.
Las crestas recortan contra la profundidad
los límites del pensamiento
y sólo las nubes cruzan al otro lado.
No obstante, cualquier día
comienzas a caminar esa distancia
de senderos que ascienden hacia el frío,
pisando cascotes y restos
de muebles barnizados.
Tu propia casa es un vestido
que se quiebra en la intemperie
manoseado por el viento.
Los retratos rotos, una muñeca rusa,
las lámparas volcadas
formando charcos de luz
donde los perros se detienen a beber
y todas las figuras de la mesita
con el corazón abierto:
es el rastro que dejas
cuando cruzas la extensión.
las líneas se desdibujan
roídas por el terror de los piornos.
Las crestas recortan contra la profundidad
los límites del pensamiento
y sólo las nubes cruzan al otro lado.
No obstante, cualquier día
comienzas a caminar esa distancia
de senderos que ascienden hacia el frío,
pisando cascotes y restos
de muebles barnizados.
Tu propia casa es un vestido
que se quiebra en la intemperie
manoseado por el viento.
Los retratos rotos, una muñeca rusa,
las lámparas volcadas
formando charcos de luz
donde los perros se detienen a beber
y todas las figuras de la mesita
con el corazón abierto:
es el rastro que dejas
cuando cruzas la extensión.