Soy otro fumador que se ha desorientado
en esta niebla
que no levantará,
con todas mis mujeres hechas trizas,
la juventud colgada de una taquilla
del penal de Herrera de la Mancha
y borrado mi móvil
de todas las agendas sustantivas,
más unos pocos libros sin dedicatoria
subrayados por un desconocido
que también era yo
como este fumador que se ha desorientado
entre la última condena y el umbral,
sin barcos para volver a parte alguna,
o más exactamente, sin tiempo de retorno
y que apenas recuerda los penúltimos planos,
si era él o el pitillo
quien contaba la historia.
------
Cada esquina tiene su música
o su grito de amor
o, más concretamente, una tristeza,
y tan verdadera aparece esa mujer
que se brinda por cinco mil completo
como este muchacho que sujetaba
de la traílla al puma
y que hoy no ha reparado
porque leía el nombre
del traductor de la Biblia
en el escaparate de la librería,
y en la otra esquina se ofrece otro muchacho
y un poco más arriba
se le ha oído a Macario,
siempre por la ventana,
largando contra los concejales otra vez
y se enciende la farola
porque oscurece el día, o guiña
y no sabes a quién,
atestada por siempre la calzada
de coches oblicuos con mucha prisa
y rostros asustados.
------
Te regalan la luz
en esa acera
una guitarra sobre las rodilla
del gitano, que sueña a lo mejor
con otras soledades en los tesos,
o los bongos, que ocupan
la escalinata de los africanos
para avisar a las tribus
de que aquí,
en vuestra orilla,
a lo mejor
continúa estremeciéndoos su música
y añoráis la paz,
la suya, la del otro,
porque el otro es la paz,
siempre lo fue,
mientras tú eres la noche
y la tragedia
como está demostrado,
!y te regalan la luz su guitarra y sus bongos!
Del libro Y vuelves una y otra vez a detenerte, XX Premio Nacional de Poesía "José Hierro".
en esta niebla
que no levantará,
con todas mis mujeres hechas trizas,
la juventud colgada de una taquilla
del penal de Herrera de la Mancha
y borrado mi móvil
de todas las agendas sustantivas,
más unos pocos libros sin dedicatoria
subrayados por un desconocido
que también era yo
como este fumador que se ha desorientado
entre la última condena y el umbral,
sin barcos para volver a parte alguna,
o más exactamente, sin tiempo de retorno
y que apenas recuerda los penúltimos planos,
si era él o el pitillo
quien contaba la historia.
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Cada esquina tiene su música
o su grito de amor
o, más concretamente, una tristeza,
y tan verdadera aparece esa mujer
que se brinda por cinco mil completo
como este muchacho que sujetaba
de la traílla al puma
y que hoy no ha reparado
porque leía el nombre
del traductor de la Biblia
en el escaparate de la librería,
y en la otra esquina se ofrece otro muchacho
y un poco más arriba
se le ha oído a Macario,
siempre por la ventana,
largando contra los concejales otra vez
y se enciende la farola
porque oscurece el día, o guiña
y no sabes a quién,
atestada por siempre la calzada
de coches oblicuos con mucha prisa
y rostros asustados.
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Te regalan la luz
en esa acera
una guitarra sobre las rodilla
del gitano, que sueña a lo mejor
con otras soledades en los tesos,
o los bongos, que ocupan
la escalinata de los africanos
para avisar a las tribus
de que aquí,
en vuestra orilla,
a lo mejor
continúa estremeciéndoos su música
y añoráis la paz,
la suya, la del otro,
porque el otro es la paz,
siempre lo fue,
mientras tú eres la noche
y la tragedia
como está demostrado,
!y te regalan la luz su guitarra y sus bongos!
Del libro Y vuelves una y otra vez a detenerte, XX Premio Nacional de Poesía "José Hierro".