
El centro del mundo es un gorrión
detenido en la baldosa.
La última luz enciende de miel el aire
y palpita leve el tiempo en un corazón
de plumas. La mirada inmovil, quieta
está midiendo la eternidad.
Asoma el miedo, porque presiento un aleteo
súbito. Cuando ocurre, cierro los ojos.