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Respira humo de Bagdad

Está yendo por tus vísceras,
ciudad humeante
como un marrano abierto en canal.
Pronto va a amanecer y la luz
podría dejar unas gotas de anís
sobre su lengua, igual que entonces,
en aquellos patios del sur,
con mujeres remangadas bajo el frío
restregando con sal las tripas.
Nació en el vientre humeante de un cerdo
y colocaron su cuerpo a secar
junto a la lumbre, donde hervía la cebolla.
El humo de la leña quiso entrar en sus pulmones,
pero ya los habitaba un grito casi humano.
Que nadie le pida nunca que te ame,
ciudad grasienta, por mucho que esta luz
restriegue su lengua con anís.
Vive respirando
el vapor de las vísceras como siempre
y la blancura desnuda
y experta de tus brazos remueve la misma sangre